Me llamo Penélope y soy madre de un niño de 6 años del Colegio Público San Juan
Evangelista de Sonseca (Toledo).
El cincuenta por ciento de mis preocupaciones se centran en la educación de mi
hijo. Platón dijo que la
educación es la base para ser un buen ciudadano y, con los
tiempos que corren, es un logro harto difícil. Sin embargo, hay quien, siendo
conscientes de los recursos que han ido apareciendo en nuestro camino, hemos querido
aprovecharlos, exprimirlos y por supuesto: vivirlos.
Yo he sido una de esas madres afortunadas que he formado parte activa de una
metodología basada en proyectos, y la conclusión principal a la que he llegado es que si
este método llegara a implantarse en todas las etapas educativas otro gallo nos cantaría.
Mis conclusiones no se basan ni en notas, ni fichas, sino en algo más real: a poco que
me fije puedo comprobar como mi hijo va extrapolando a su vida cotidiana lo que ha
aprendido, y sus propias vivencias y resultados son para él la mejor de las actividades.
Cuando mi hijo tenía 4 años no vio como iban vestidos los hombres de las
cavernas: se vistió como uno de ellos y me dijo “que era normal que aquellos hombres
inventaran el fuego con el frío que pasaban”. ¡Claro! él había sido consciente de la poca
ropa que llevaba puesta.
Cuando mi hijo tenía 5 años “vivió” en un circo durante semanas. Él, con sus
amiguitos y con su seño, construyó su propio circo. No coloreó un payaso. Se rió con
él. No dibujó un trapecio. Con ayuda de Miguel (Miguel es el hombre que arregla todo
lo que se rompe en el cole) montó uno y comprobó lo difícil que es ser artista de circo.
No punteó la taquilla de un circo en un papel. Construimos con más papas una taquilla
enorme y durante un día fue taquillero de profesión. Aprendió el valor del dinero como
recompensa a un trabajo realizado, comprendió el sentido de tener que hacer “cola” y
esperar.
Ahora con 6 años, ha viajado a Francia con la ayuda de Willy Fog, se ha
convertido en pintor y ha reinventado Las Meninas. Sabe quién es Velázquez, Pacheco,
Nicolasito
y la infanta Margarita. Esto último no debería ser importante, porque además
se le olvidará con el paso del tiempo, sin embargo, mi hijo no solo ha puesto cara y
color a estos personajes sino que también les ha dado alma, vida, les ha dotado de
sentido.
Ahora, que ya apenas le quedan unos meses para comenzar con otra etapa
distinta, no puedo evitar mirar con nostalgia todo lo vivido ya que en definitiva mi hijo
ha sido prehistórico, médico, artista de circo, mosquetero, pintor… Y yo he podido
acompañarle en todas esas experiencias para aprender también que las cosas es mejor
vivirlas que contarlas.
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